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El bonaerense resiste como puede cada tramo. Corrió 200 km sin luz en su cuadriciclo, se metió en la madrugada boliviana en un pueblo a buscar asistencia y avanzó 12 km sin una rueda. ¿Algo más? Sí, casi va preso en la Aduana.

Hay momentos del Rally Dakar en los que la realidad supera a la ficción. Y esta historia es un fiel reflejo: Eugenio Favre es un piloto de Pigüe, ciudad del sudoeste de Buenos Aires.

Corre arriba de un cuadriciclo Can Am en el equipo que armó el cordobés Daniel Mazzucco. Historias como las de él dicen que hay muchas en esta carrera de aventura. Pero esta tiene todos los condimentos.

De todas las noches que pasaron en esta competencia, nunca pudo dormir más de tres horas. Es más, hubo una noche que ni siquiera pudo acostarse. Porque, entre otras cosas, le pasó lo que relata a continuación.

“Hasta ahora todo fue durísimo. Cada día siempre es peor que el anterior. Vengo con muchos problemas eléctricos y de suspensión”, relató.

 

“En el tramo que hicimos de Bolivia a Chile me quedé sin luz pero pude seguir porque había luna llena. Pero luego se nubló y me bajé con una linternita a comprar un reflector minero en un pueblo”, contó el pigüense de 46 años.

 

“Podría decir que manejar un Dakar a la luz de la luna fue muy romántico. Pero la verdad fue una cagada: no tenés noción de la profundidad de las zanjas, no sabés si adelante tenés un juego de sombras o un barranco con un metro de profundidad”, agregó el piloto.

Pero eso no fue todo. En realidad, la odisea recién comienza. “Me tuve que meter en pueblitos bolivianos para soldar partes del ‘cuadri’. Encima había perdido una rueda, tuve que atarle un fierro a la parrilla a modo de patín. Lo llevé como si fuera un trineo durante 12 kilómetros. En medio de la noche boliviana fue difícil conseguir un lugar para arreglarlo, aparte no tenía materiales”, dijo.

–¿Los organizadores te pidieron que abandones?
–El camión escoba me dijo a las 9 de la mañana que tenía que abandonar, que estaba afuera de la carrera porque tenía una rotura que no era reparable. Yo dije que no, que lo iba a reparar. Y gracias a mis amigos bolivianos y gente del público pude hacerlo. Pero a partir de ahí, tuve al camión todo el tiempo atrás mío todo ese día.

–¿Te pusieron un plazo?
–Me dijeron que tenía 20 minutos para arreglarlo. Que se convirtieron luego en una eternidad porque me fui escapando todo el tiempo del camión escoba, que si me alcanzaba tenía que abandonar. Me metí en otro pueblito y les pedí ayuda a unos niños. Me consiguieron un cable y un foco, que estaba necesitando para ponerme a arreglar todo. Y les dije que si veían a un “monstruo gigante” (el camión escoba) que me avisen.

–¿Y qué pasó?
–El camión me seguía por el GPS y me encontró en medio del pueblito: era una callecita angosta, el vehículo apenas pasaba entre las casas de barro y los techos de paja. El camión era un monstruo lleno de luces y los nenes cuando lo vieron empezaron a gritar como locos: “Corré que te lleva el monstruo”. Cuando me alcanzaron ya tenía el cuadriciclo en marcha y con luces, así que pude seguir.

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A un paso de la prisión
Luego de escaparle al camión que lo perseguía para remolcarlo y obligarlo a abandonar, Favre llegó a la aduana que une Bolivia con Chile.

Y ahí empezaron otra vez los problemas. “Llegué como a la una a la frontera y los bolivianos estaban todos dormidos. La Policía chilena me estaba esperando del otro lado para seguir en carrera. Tenía que despertarlos de alguna forma, así que me fui al estacionamiento y agarré a patadas a todas las camionetas para que sonaran las alarmas”, relató.

–Te metiste en un lindo problema…
–Sí, pero se despertaron. Ahí empezaron a debatir si me metían preso o me dejaban seguir. Y bueno, me dejaron pasar. Llegué al vivac muy tarde, no dormí y al rato arranqué la siguiente etapa. No querían que siga así, pero firmé un documento en el cual decía que yo era el único responsable de eso.

–¿Anoche estuvo más tranquilo?
–Ojalá. Venía andando y se me cortaban las luces y el motor. Un camionero que estaba viendo la carrera me vendió una linternita. Me puse a reparar todo y luego seguí. Pero hice como 200 kilómetros en la oscuridad casi. Tuve que ir muy pero muy despacio, me llevé más de un susto y estuve así casi toda la noche.

–¿En algún momento pensaste en tirar la toalla?
–Ya tendría que haber abandonado, mínimo, 13 veces. Pero la determinación es total y tengo una sola opción: seguir. El objetivo es sobrevivir a la carrera. No quiero ganar el Dakar… quiero ganarle al Dakar.

Diario La Voz.

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